viernes, 19 de junio de 2009

Como en el Viejo Oeste


La violencia que origina la narcoguerra que se desarrolla en México evoluciona cada vez a niveles más espeluznantes ante la impotencia de la ciudadanía. A la diarias ejecuciones que se dan entre bandas rivales, los muertos en enfrentamientos con el ejército, los ajustes de cuentas a funcionarios probos o corruptos, los muertos por equivocación y las otras muertes que no son reportadas, se suma ahora un factor inquietante pero previsible: los grupos de "vigilantes" que se han dedicado a exterminar a los malosos y que acaban por terminar siendo malos ellos mismos.

La noticia publicada hoy acerca de un grupo de "Mata-Zetas", que inicia operaciones con la muerte de tres presuntos integrantes de este grupo criminal y que proclama su intención de limpiar todo el país, no deja de ser al mismo tiempo una noticia que ya se veía venir como algo que realmente nadie se esperaba.

Las implicaciones de este tipo de actividad para la sociedad son bastante desalentadoras. El riesgo que implica la aplicación de una noción de justicia por parte de pequeños grupos o individuos ha tenido siempre conclusiones funestas. La soberanía de la ley consensada por la mayoría deja paso a la vendetta de acuerdo al criterio del grupo o el individuo, que puede o no ser el criterio correcto. La arbitrariedad de la decisión depende del capricho o el dogma o una apreciación subjetiva, no hay reglas establecidas.

Lo más alarmante del asunto es la clara muestra de descomposición social que implica la existencia de grupos paralegales armados que se convierten en un Poder Judicial "de facto", sin ningún otro objetivo que el de matar a todos los que sean o se sospeche o se crea o se presuma o se diga que están implicados en actividades relacionadas con el narco o los secuestros o lo que sea que les valga ser marcados para morir. Todos quedamos expuestos a una lengua viperina o a un despecho, o al chisme del vecino o a caerle mal a los sicarios justicieros. Un panorama nada alentador.

Pero lo más trágico del asunto es que los grupos como el que se menciona nos demuestran que en México la autoridad del Estado se ha convertido en un cuento para niños, que la corrupción a todos los niveles ha alcanzado un nivel tal que los ciudadanos desconfiamos totalmente de las corporaciones encargadas de combatir el delito y preferimos aplaudir o soportar las iniciativas de otro tipo de criminales que consideramos están de nuestro lado. Me imagino que así pensaban muchos alemanes cuando la Sturmabteilung nazi se desbocaba en las calles para "limpiar" Alemania de una vez por todas...

Pobre de mi México.

http://www.eluniversal.com.mx/nacion/169098.html

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